Hubo un tiempo en el que me preocupaba (tal vez me obsesionaba) por la celulitis, las varices, las manchas en la cara, los kilitos de más, etc..

Sí, hubo un tiempo de desamor conmigo misma, pero le siguió un tiempo de transformación. A veces a uno no le queda otra, o empieza a transformarse o vive una vida de sufrimiento. A mí me gusta vivir, no me planteaba otra opción que seguir viviendo, así que solo me quedaba decidir: vivir feliz o vivir sufriendo. Elegir la segunda opción no parecía tener mucho sentido, así que decidí vivir feliz.

Tomar una decisión no significa hacerla realidad en un instante. No poseo ninguna varita mágica que lo transforma todo con un toque. Me lo tuve que trabajar. Con pasos adelante y también pasos atrás. Respirando, gritando, meditando, estudiando, llorando, riendo… A veces sin saber muy bien a dónde voy, solo sabiendo que no me quiero parar.

vanja maksimovic miniatura
vanja estirando en postura de yoga

No diría que ninguna transformación es fácil. Pero hay que entenderla como es: un proceso para toda la vida. Al principio son pequeños cambios que te llevan a algunos instantes de luz y de paz, instantes de felicidad pura. A veces, ni siquiera eres consciente de que los has vivido, pero la vivencia se queda sellada dentro de ti como una semilla que poco a poco brotará y la luz empezará a brillar con más fuerza. Tu camino se alumbrará y se verá con más claridad. Empezarás a darte cuenta de adónde quieres ir. Hacia ese espacio lleno de paz, que en realidad está dentro de ti y transforma el caos de fuera. Es difícil explicar lo que se siente, pero cuando estás ahí, cuándo lo vives, sabes que es exactamente lo qué estabas buscando.

Al principio es solo un momento aislado, una chispa de paz. Luego son varios en un día y se empiezan a agrupar, y vienen días llenos de momentos mágicos y te das cuenta que la chispa se ha convertido en luz. Luz infinita.

Cada día encuentras un poco más de paz. Cada día vives más feliz.

De repente, bueno eso parece, pero en realidad es un camino que se inicia y nunca acaba, la celulitis, las varices, las manchas, o los kilitos de más, me dejó de preocupar. Dejó de tener importancia. Fue una liberación. Fue tanta la liberación que hasta entonces no me daba cuenta que mis pulmones no respiraban con toda su capacidad. Que mi corazón no amaba con todo su potencial. Que mi alma no brillaba con toda la luz que tiene.

Me quité un enorme peso de encima. ¡Que alivio! La preocupación de qué van a pensar los demás. La presión de tener que demostrar. El miedo a mostrar mi propia imperfección y mi propia sensibilidad. La angustia que vivía por no ser perfecta. O lo que yo consideraba que era ¨ser perfecta”.

De repente lo único que quería es vivir en paz. Esa era la felicidad pura.

¿Significa eso que he dejado de cuidarme?

No. Todo lo contrario ahora me estoy cuidando más que nunca. Pero cuidarse es un acto de amor y obsesionarse por las apariencias y los cánones de la belleza impuestos no lo es. En realidad, no existe la perfección o, mejor dicho, uno es único y perfecto tal como es, porque la belleza y la riqueza están en la diversidad. Debemos cuidar lo que es diferente en nosotros, potenciarlo y amarlo. En nosotros, y en los demás. Nadie es ni más ni menos que el otro. Todos merecemos ser amados tal como somos. Merecemos ser aceptados tal como somos. Cuando digo eso, no te quiero confundir. No esperes de los demás que te den lo que en realidad te debes dar a ti mismo. La aceptación y el amor infinito.

En realidad, es como empieza mi historia y mi vocación. El desamor conmigo misma un día me llevo hasta el Yoga. De eso hace más de 20 años. Sí, la transformación es un camino para toda la vida. Es un proceso que nunca acaba. El Yoga me ayudó a conectar conmigo misma, a encontrar la unión del cuerpo con la mente que todos los seres humanos están buscando, aunque muchas veces no son conscientes de ello.

Parece que la felicidad depende de alguien de fuera, o de las circunstancias que no están en nuestras manos. Así nos quitamos la responsabilidad propia por cómo nos sentimos o cómo estamos. En realidad, tener paz, o no tenerla, depende de nosotros. Créeme, tener paz, estar en paz, es lo que lleva a la verdadera felicidad. Así que te animo a empezar a crear hábitos que te lleven hacia paz. Sí, te animo a crear el hábito del Yoga.

El Yoga se convirtió en mi pasión, porque me ayudaba a encontrar los instantes de paz, de los que te hablaba antes. Primero me ayudó a soltar y desbloquear las emociones escondidas y estancadas en niveles muy profundos. Me ayudó a acercarme al equilibrio que tanto me costaba. El Yoga me enseñó a escuchar mis propios sentimientos, mis sentidos, mi cuerpo, confié en mí misma para reconocer lo que es bueno para mí y lo que no lo es. Me empecé a sentir bien en mi propio cuerpo.

Debes cuidar de tu cuerpo. Si te sientes bien con tu cuerpo, llegarás a domar la mente para que trabaje en tu favor. Cuidar del cuerpo, es una expresión del amor. El cuerpo se cuida de muchas maneras. Por ejemplo, a través de una buena higiene, una adecuada limpieza corporal (también mental) es necesaria. También una alimentación saludable, a mi me gusta hablar de alimentación consciente. Cuando empiezas a escuchar al cuerpo, te irá diciendo lo que necesita y lo que no, para estar bien nutrido. Cada uno es diferente, y lo que es bueno para mí, no necesariamente lo es para ti. Si aprendes a escucharte, poco a poco te irás dando cuenta de lo que realmente necesitas.

Mover el cuerpo, crear el hábito del movimiento diario, sobre todo hoy en día que la vida se ha vuelto muy sedentaria, es una de la forma más importante de cuidarlo. Aconsejo la actividad física consciente, hecha desde el amor propio, y no desde el sufrimiento. Media hora diaria puede ser suficiente, incluso preferible a dos horas una vez a la semana, porque además de esta manera, crearás el hábito de moverte. De ahí surgieron mis clases de Yoga 30 minutos.

No menos importante es el aprendizaje para controlar los pensamientos. Meditar usando la técnica de respiración consciente, solo 10 minutos al día te ayudará con ello.

La vida tal como la conocemos solo se vive una vez. Haz que tu alma, a través de tu cuerpo, tenga un viaje increíble. Que brille con luz. Que se llene de paz. Que este envuelta en amor.